CÓMO UN VIAJE A MILÁN ENCENDIÓ EL ALMA DE STARBUCKS
El año 1983 marcó un punto de inflexión silencioso pero profundo en la historia del café. Fue entonces cuando Howard Schultz, un joven director de marketing de Starbucks, viajó a Milán y se enamoró no solo de una bebida, sino de una forma de vida. Su visión cambiaría para siempre el panorama de las cafeterías en América, transformando una simple tienda de insumos en un fenómeno cultural.

La Vida Antes de la Epifanía: Una Tienda de Granos y Equipos
Antes de la visita de Schultz a Italia, Starbucks era fundamentalmente diferente de la cadena que conocemos hoy. Desde su fundación en 1971, la compañía era, esencialmente, una tienda minorista de élite centrada en la calidad del producto en sí, no en el consumo en el lugar.

Starbucks se dedicaba a vender granos de café enteros y tostados de alta calidad, así como los equipos necesarios para prepararlo en casa. Era un destino para los verdaderos conocedores que buscaban tuestes oscuros y métodos de preparación perfectos. Sus locales eran funcionales y sobrios, diseñados para que el cliente comprara sus granos y se marchara; no se vendían bebidas individuales ni se invitaba a la gente a quedarse.
El Romance Italiano: La Revelación del “Tercer Lugar”
Esta mentalidad purista se derrumbó cuando Schultz viajó a Milán. Descubrió en los caffè italianos que el consumo de café era un ritual vibrante y teatral, un refugio social al que llamó el “tercer lugar”. Observó las relucientes máquinas de espresso y el vapor, creando un sonido acogedor y un espectáculo de artesanía. Allí, la preparación de un cappuccino no era una transacción, sino un arte ejecutado por un barista, una figura profesional que conocía a sus clientes por nombre y servía con orgullo.

Esta inmersión le enseñó a Schultz que Starbucks no debía vender granos, sino conexión humana. Quiso que el diseño de los locales reflejara esa calidez, con asientos cómodos que invitasen a la conversación pausada, evocando la familiaridad del bar de barrio. Cuando los fundadores de Starbucks rechazaron su propuesta, temiendo diluir su negocio de venta de granos, Schultz no se rindió. Renunció y, en abril de 1986, fundó su propia compañía: Il Giornale (El Periódico). Este primer local, completamente basado en el modelo de Milán, se convirtió en el laboratorio donde se materializó la cafetería de experiencia.

El éxito de Il Giornale demostró la viabilidad de su visión. Solo un año después, en 1987, Schultz logró recaudar el capital necesario para comprar Starbucks a sus fundadores originales, fusionando la tienda de granos con su nuevo concepto de experiencia italiana. Así, el alma de la cadena global, con su énfasis en la experiencia y la comunidad, se forjó en la intersección de una tradición europea milenaria y una audaz visión empresarial.
Giovanni Celano Minini
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